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Por esto puedes escribir Eustaquio y Wenceslao con letras de pasta

Puede que hayas escrito un cuento con letras de pasta. Si lo hiciste con un paquete de Gallo y lograste incluir todas las letras, es porque alguien lo intentó hace años y terminó decepcionado. En diciembre de 2007, Abel Navas y un amigo mantuvieron una acalorada discusión que terminó en apuesta: ¿los paquetes de letras de pasta contienen todas las letras del abecedario o no? Abel estaba convencido de que sí y tenía que demostrárselo a su incrédulo amigo. Compró un paquete de pasta, lo desparramó sobre la mesa al llegar a casa y, a punto de terminar el alfabeto, daba por hecho que sí, que llegaría hasta el final. Para su sorpresa, el abecedario de pasta de Gallo estaba incompleto.

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El cliente, dispuesto a sacar los colores a la marca, decidió crear el blog 'Me faltan letras', en el que denunciaba que a las bolsas de letras de pasta de Gallo les faltaban la 'u' y la 'w'.

A través de Menéame, el usuario consiguió que medios de tirada nacional se hicieran eco de su denuncia, que había reflejado en una carta, y que otros internautas y aficionados a la escritura con pasta se uniesen a su reclamo. La carta llegó a Gallo y, en un par de días, la directora de comunicación de la empresa se dirigió a Abel para comunicarle que podía visitar la fábrica para comprobar que no tenían secuestradas la 'u' y la 'w' y que por problemas técnicos no incluían las letras en los paquetes. Para sorpresa del cliente, Gallo se comprometió a contentarle incluyendo las letras que tanto estaba echando de menos y tres más: la 'ñ', la 'ç' y la '@'.

letras2Tres meses después, la directora de comunicación de la empresa, tras la nueva incorporación, se dirigió a Abel mediante correo electrónico: “Como te prometimos, tenemos ya los moldes de la U y la W que echabas de menos. También hemos incorporado la Ñ y la @ para ponernos al día y dar gusto a los Muñoz y los Íñigos, entre otros”, le decía.

Para que el cliente no tuviese que esperar demasiado mientras aquellos paquetes llegaban a la estantería de su supermercado más cercano, le enviaron un par de paquetes para que pudiese satisfacer su necesidad de escribir a sus amigos.

Abel, satisfecho por el efecto que había tenido su reclamación pública, compartió los emails que fue recibiendo para solventar el 'problema' y agradeció a la empresa su atención con una foto en la que escribió, con pasta, 'ya no me faltan letras'.

Gallo no solo fidelizó un cliente que había pasado de acusarles de secuestrar letras a contar sus bondades en la blogsfera: con ello lograron una gran repercusión mediática tal que fueron muchos los que creyeron que se trataba de una campaña de marketing viral emprendida por la propia empresa. Lo que comenzó como una denuncia, acabó como una campaña publicitaria gratuita y más que merecida gracias a la escucha activa.

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